La intertextualidad, en la concepción de Julia Kristeva, se erige como una puerta abierta al diálogo incesante entre textos. No es una mera coincidencia o influencia, sino la convulsión sagrada de las palabras, donde cada obra literaria se construye a partir de la huella, el eco y la resonancia de otras.
Imagina un tapiz en el que cada hilo, tejido a lo largo de la historia, se entrelaza con otros hilos para formar un entramado inabarcable de significados. Así, ningún texto existe en aislamiento: cada palabra, cada metáfora, es un vestigio de un pasado que ilumina el presente, una cita latente que invita a reinterpretar lo ya dicho.
Hoy más que nunca, la literatura como un perpetuo devenir, donde el significado se construye en el cruce de voces, nos situa, en la época gracias a la continua conversación entre lo nuevo y lo antiguo.
La intertextualidad, por tanto, se convierte en un acto de humanismo, en una bandera dónde la historia y la cultura se fortalecen en ese diálogo necesario para flanquear las barreras del tiempo y la revolución tecnologica en desarrollo.
Es en este juego de referencias y resonancias donde encontramos la riqueza de la narrativa: la posibilidad de reinventar, re-significar y, en definitiva, descubrir que en cada texto habita una multitud de voces que dialogan en un abrazo posible entre generaciones